Y no me refiero en sentido metafórico, en sentido literal,
mírate al espejo y analiza tu aspecto actual. Yo lo hice ésta mañana y traté de
ser objetivo, tengo peor aspecto que Kiko Rivera en su último día en
Supervivientes. Me he dejado mucho estos últimos meses, tengo una barba,
desaliñada, los pelos como A. Einstein despertando con resaca, mi masa muscular
se ha convertido en masa a secas y tengo la cara hinchada por la medicación.
Pero el rasgo que más llamó mi atención han sido mis ojos, aquellos que un día
relucían de vitalidad y optimismo hoy tienen un extraño brillo opaco. Parecen dispuestos
a llorar continuamente, listos para una evacuación lagrimal espontanea. El
blanco de mis ojos se ha tornado grisáceo y mi el color pardo del iris es de
color apagado. Ahora entiendo más que nunca aquello de que “los ojos son el
espejo del alma”.
Pero vamos a tratar de dar con el aspecto constructivo.
Después del paseo familiar que di ayer, y en el que casualmente hube de vivir
la incómoda experiencia de pararme a charlar con conocidos en un par de
ocasiones y obligarme a fingir sentirme, digamos normal; y mantener una
conversación superflua (que ahora se me hace difícil de narices), hoy he
decidido tener de forma voluntaria un encuentro social. Véase reunión con
familiares de mi pareja, aperitivo, comida y sobremesa.
Afortunadamente tengo la suficiente confianza con ellos como
para vetar cualquier tema que dispare mis crisis y hablar o dejar de hacerlo si
no me siento cómodo, esto es de vital importancia en estos momentos.
De modo que, siendo consciente de la imposibilidad de
recuperar la viveza de mis ojos y la alegría de mi mirada, he intentado
recuperar al menos mi aspecto. Iba a decir mi aspecto mortal, porque olvidé
mencionar que tengo peor color de cara que Drácula en La Cañada Real (para los
afortunados que lo ignoréis, se trata de un barrio de Madrid famoso por las
ventas de heroína). A lo que iba, que empiezo con las metáforas absurdas y me
descentro. Arreglé mi barba, me corté el pelo, una buena ducha, buen cepillado
de dientes, vamos lo que se entiende como aseo básico. Una vez limpio y
desparasitado me sentí osado, digamos enarbolado y a mis últimamente, demasiado
habituales, pantalón negro (o gris), abrigo negro y deportivas negras les añadí
un jersey ROJO. Algunos pensaréis que me he vuelto loco, así de repente!! Un
jersey rojo!! Pues tal como lo oís, y creo, así entre nosotros, que tenía hasta
buen aspecto. Me sentí rejuvenecido, un poco más animado y hasta un poco más
sano.
Puedo entender que estando enfermo de depresión, sienta
bastante desinterés por mi aspecto, las contadas ocasiones que salgo a la calle
tampoco voy hecho un cerdo. Lo que no alcanzo a entender es ésta nueva afición a
vestir siempre de gris o negro. Supondré que se trata de un síntoma más, sin
importancia.
Lo que sí la tiene y es una de las reflexiones o lecciones
del día de hoy, es que debo empezar a cuidar más mi aspecto. Que olvidé aquello
de que verse bien te hace sentir bien, aunque ahora sea sólo un poquito y que
ésta será la nueva rutina que añadiré a las diarias en mi periodo de
recuperación.
La segunda reflexión con la que termino por hoy es que es
necesario sociabilizar, salir de la cueva y tratar de pasar un buen rato con
gente que te entienda, que te permita ciertas licencias como levantarte un
momento de la mesa para tomar aire si lo necesitas, y sobre todo, con la que te
sientas a gusto. Ésta apartado de las relaciones se me continua estancando, me
sigue dando agobio estar con gente fuera de mi entorno más íntimo, pero desde
hoy o gracias a hoy, me cuesta un poco menos.
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