Como os comenté hace un par de días, desde que padezco la
depresión y esto incluye al periodo previo de su diagnóstico, he descuidado
muchos aspectos de mi vida, incluyendo mi físico. Antes de saber cuál era mi
enfermedad, abusaba de la cerveza y del tabaco como conducta lesiva con el fin
de eludir y olvidar mis problemas. Una vez diagnosticado, reduje el consumo del
alcohol hasta que ahora sólo tomo cervezas sin alcohol, refrescos y Tang (me
encanta el Tang). Ya expliqué hace unos días la incompatibilidad del alcohol
con los síntomas de la depresión y su tratamiento médico.
Lo que sí es cierto es que en los últimos meses fumo más y, últimamente,
como más y peor, algo habitual en los estados de ansiedad. Al principio me
costaba mucho ingerir alimento sólido, me pasaba el día inapetente y la única
comida decente que hacía al día era la cena, me despertaba con nauseas tras un
par de horas de sueño y esa sensación de estómago cerrado me duraba casi toda
la jornada.
Tras cuatro meses de tratamiento psicológico y médico,
parece que el tratamiento esté haciendo algo de efecto, pero la ansiedad sigue
ahí, con sus crisis y arraigada en mi cuerpo y mi mente. También los hábitos
que estoy introduciendo en mi vida son de gran ayuda, pero creo que hay uno
pendiente que es de suma importancia: Cuidar de mi cuerpo.
Si bien, anteriormente hablaba de volver a cuidar mi aspecto
me refería a la parte más superficial del mismo. Barba, pelo, higiene, etc.
Ahora creo que debo ir un paso más allá y cuidar de mi cuerpo como si de un
templo se tratase.
Éste descubrimiento ha sido, de nuevo, inspirado por mi
mujer momentos antes de comenzar éste post, cuando de forma muy poco sutil me
ha recordado que estoy más gordo. Quizá no haya sido el mejor momento ni la
mejor manera, pero no la guardo ningún rencor a la jodía.
Lo cierto es que he pasado de comer como un pájaro a comer
como un cerdo, me atiborro de grasas, carbohidratos y algo de proteína. Comidas
a deshoras y cargadas de calorías, que unidas a mi poca actividad física, están
haciendo que sea más fácil saltarme que rodearme. Una vez regalados mis oídos
con tan triste piropo he corrido al baño a mirarme con detenimiento y he
constatado aquello que ya sabía pero no daba importancia: Me tengo que cuidar,
y mucho.
Al ser consciente de ello tenía dos opciones: hundirme aún
más en mis despojos, lamentarme y aumentarme mi acrecida inseguridad mientras
sigo aumentando mi barriga… o ponerle remedio, y como hace ya casi una semana
que decidí apostar por mí y por la vida, he decidido tomármelo como un
estímulo. Porque no sólo quiero curarme, quiero salir de esta puta depresión
(perdonad el taco pero me vengo arriba) fortalecido y mejorado.
Así que mientras escribo y fumo (otro hábito que voy a
reducir) he tomado la determinación de comenzar a cuidarme por dentro. Voy a
modificar mi alimentación, a hacer seis comidas diarias, control calórico y
reducir la ingesta de carbohidratos y grasas. Menos bollos y más cereales. Adiós
al sofá, hola escaleras. Creo que es el momento oportuno de salir a andar e
incluso a correr, antes lo hacía a menudo y disfrutaba de ello, por lo que es
una buena manera de mantenerme ocupado y en forma. Quiero recuperar ese deleite
de verme físicamente bien, y de sentirme sano. Teniendo en cuenta que somos lo
que comemos, mi dieta se parecía a mi armario, un completo caos. Mi armario ya
lo ordené hoy, mañana toca ordenar mi alimentación y mi actividad física.
Ya lo he dicho antes,
no quiero verme ni sentirme como antes de la depresión, quiero estar incluso
mejor. Pasito a pasito, pero sé que lo lograré.
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