Ya he comparado la depresión con un huracán y con un
bichito, que asolan tu vida, trastornan tu realidad y crecen y se fortalecen
con tus sentimientos negativos y tus problemas aportándoles más intensidad.
Hemos recorrido juntos un arduo camino hacia la recuperación, ejercicios
psicológicos y prácticos, incorporación de nuevas rutinas, autoanálisis,
tratamiento psicológico y farmacológico y así hasta llegar a éste momento.
A día de hoy, tras seis meses de enfermedad diagnosticada y
a saber cuántos sin diagnosticar, me siento lo bastante fuerte para avanzar en
mi camino y dar un paso de los más importantes y difíciles de éste viaje.
MOLDEAR MI MENTE.
Ha llegado el momento
de dar una patada a ese confortable sillón de nuestra mente en el que se ha
instalado tan cómodamente el bichito de la depresión, arrinconarlo, ponerle
contra las cuerdas y comenzar a golpearlo hasta dejarlo KO.
Entiendo lo fácil que resulta escribirlo y lo complicado que
parece hacerlo. No nos engañemos, es realmente difícil. Pero todos sabemos que
las cosas realmente buenas de la vida no se consiguen fácilmente. Ignoro el
tiempo que me llevará moldear mi mente a voluntad, matar y extraer el bichito y
ser dueño por completo de mi vida. Pero sé que se puede lograr. Conozco a gente
muy cercana que ha ganado esa batalla, cuento con el apoyo de muchos seres
queridos y razones de sobra para salir victorioso. Además cuento con ejemplos
chorras (si es que me pierde a mí un consejo chorra) para ilustrar lo factible
que resulta moldear la mente.
Seguro que éste ejemplo os suena: Recuerdo perfectamente la
primera clase práctica de conducir. Estaba más nervioso que Paquirrín en un
buffet libre, veía un montón de instrumentos que debía usar de forma
sincronizada y correcta. Demasiadas instrucciones e información para asimilar y
mi mente me decía: - Esto es muy complicado, eres un torpe, te la vas a dar. Me
volvía loco con el embrague y las marchas y se me calaba el coche cada dos por
tres, y eso que era diésel. La primera clase me la pasé sudando, más tenso que
el tanga de Falete y estaba convencido de que sería imposible aprender a
conducir en sólo diez clases.
Mi mente me decía – No puedes. Mi cuerpo gritaba – Sal de
aquí corriendo (además de tiembla y suda, pero suda mucho). Pero en sólo diez
días demostré que mi mente se equivocaba y enseñé a mi cuerpo a relajarse y a
actuar de forma instintiva y mecánica (además de a sudar menos). Si os fijáis,
el hecho de aprender a conducir no es fruto del aprendizaje físico, es un
proceso mental en el que mediante la repetición de ciertos movimientos y
rutinas mecánicas sumado a la percepción sensorial de nuestro entorno (el
tráfico, las señales, las señoras que se tiran a la carretera…) enseña a
nuestro cuerpo y nuestra mente a manejar un vehículo. Es la mente la que ha
sido moldeada añadiendo un conocimiento que a día de hoy resulta casi
instintivo, natural. Durante las primeras clases, los cambios de marcha los
realizaba lentamente, casi tenía que mirar la palanca de marchas para ver en
cual estaba, hacía un esfuerzo por coordinar los pedales, el volante, las
marchas… Hoy, ni siquiera soy consciente de ello al conducir. Mi cerebro se
descargó una aplicación y la instalo correctamente.
Pues de igual forma que en su día enseñé a mi cerebro como
manejar un trasto de 800 kilos, hoy puedo enseñarle a pensar, actuar y
reaccionar del modo que yo deseo. Igual necesito más de diez clases, pero se
puede. ¿De qué modo? Del mismo en el que aprendí a conducir y a hacer muchas
más cosas. Mediante la práctica repetitiva, el tesón, la convicción y el deseo
de lograrlo. Es un esfuerzo diario, modificar la mente implica modificar el
pensamiento, es decir, el funcionamiento de la mente.
Enseñar al cerebro a
observar aspectos positivos de la vida, en lugar de centrarnos en los
problemas. Entrenar nuestra mente para que busque elementos constructivos
incluso dentro de las facetas negativas de nuestra vida.
Se puede convertir un “Estoy deprimido por encontrarme sin
empleo y no salen ofertas de lo mío (es muy curiosa esa frase y muy típica)” en
un “Voy a aprovechar éste periodo para hacer un curso del Inem en otra
especialidad que me interese y ampliar mi abanico de posibilidades laborales”.
Se trata de incorporar procesos mentales positivos y
constructivos a nuestro cerebro por mucho que ahora nos cueste, para
acostumbrarle a ello, de forma que en un futuro no muy lejano, nuestra mente
responda sistemáticamente a los problemas mediante la búsqueda de soluciones.
Tan sencillo como dedicar 10 minutos al día a sentarse a mirar el mar, a
nuestro hijo o aquello que nos haga sentir realmente bien para domesticar a
nuestro cerebro a fijarse más en lo agradable.
Poquito a poquito, recuperaremos el control, aprenderemos a
focalizar instintivamente nuestro intelecto en aquello que deseamos. Y nos será
mucho más sencillo descubrir el modo de obtenerlo.
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