Empiezo con una metáfora, comparando nuestra seguridad o
autoestima con una armadura que si no cuidamos bien se oxida y se vuelve más
quebradiza y si no engrasamos correctamente nos dificulta avanzar por pequeños
que sean los pasos que intentemos dar. Y para colmo, si caminamos con la
armadura oxidada, quebradiza y mal engrasada, los golpes que nos da la vida
terminan por destrozarla del todo dejándonos indefensos a los puñetazos y
patadas del destino, lo cual, desgraciadamente, nos puede causar daños
irreparables e incluso causar la muerte por combatir indefensos.
Obviamente lo ideal sería llevar la armadura brillante y con
todas las revisiones al día, pero como socialmente resulta extraño ir al
psicólogo como medida preventiva y lo dejamos para cuando es imprescindible, la
mayoría de nosotros nos enfrentamos a demasiadas batallas con la armadura con
más remiendos que un torero miope.
Teniendo lo anterior en cuenta, la depresión y las
zancadillas del destino dejaron mi armadura hecha polvo, inutilizable y es el
momento de adquirir una nueva, darle uso y sobre todo de cuidarla cada día para
que brille los días soleados, y se mantenga impermeable los días de lluvia.
Cuando comparo la seguridad o autoestima con una armadura,
no me gustaría que se confunda la autoestima con la prepotencia nivel Rafa Mora
(que está encantado de haberse conocido). Hablo de la seguridad como la
capacidad de ser fuerte, sólido y SEGURO ante los golpes de la vida. Que
desgraciadamente ha habido muchos y seguirán viniendo.
La mejor forma de forjar una armadura de calidad es buscando
las mejores piezas del mercado, es decir, tratando de ser objetivos, debemos
hallar y valorar nuestras capacidades y nuestro potencial.
Cuando uno padece,
como es mi caso, una depresión, cada vez que busca en su interior suele hallar
principalmente defectos, inseguridades, culpa y vergüenza.
¿De verdad sólo encuentras eso? ¿Has mirado bien? Si la
respuesta a ambas preguntas es SÍ, no me queda más remedio que lanzarte otra
pregunta que por haber pasado de generación en generación ya entra por sí sola
en los libros más importantes de Filosofía, y es la siguiente (como diría mi
madre, la tuya y millones de madres)
¿A que voy yo y las
encuentro? Y mi madre venía y encontraba lo que fuese, ya le dije en su día
a Obama que le preguntase a ella por Bin Laden en lugar de dar vueltas por el
mundo.
Pues lo cierto es que todos, repito TODOS, tenemos virtudes.
Y son esas virtudes las que debemos recordar y sacar a relucir y serán las
piezas de nuestra nueva armadura.
Y como en el anterior paso no pude hacer uso de mis queridos
“ejemplos chorra” voy a aprovechar para meter ahora uno con calzador.
A mí me resulta muy difícil casi imposible compartir mis
sentimientos negativos, me cuesta mucho hablar de mis problemas y detesto
sentirme un quejica llorón, con lo que mis penas e incluso algunos llantos me
los guardaba. El no dar salida a esas emociones empeora mucho la depresión,
causa frustración y hacía que me sintiera incomprendido.
Pues bien, hallado mi defecto, hallé mi virtud, la
escritura. Ignoro si lo hago bien o mal, y tampoco le doy importancia a ello.
Lo importante es que gracias a escribir mi experiencia y compartirlas en mi
Blog, he conseguido forjar una pieza imprescindible de mi armadura. Además he
logrado que mi pareja, familia, amigos y desconocidos sepan cómo me siento sin
tener que hablar, sentirme menos sólo y acompañar a otros, pero además, al
menos en mi círculo familiar NORMALIZAR esta maldita de enfermedad. Y lo más
sorprendente, si antes sentía que daba pena a los que me conocen por tener una
depresión, ahora siento que me ven como un valiente que lucha por superar ésta
enfermedad portando una brillante armadura.
De igual modo podemos encontrar más virtudes, pero de
entrada debemos tener claro que mientras hay vida hay esperanza, lo importante
es decidir presentar batalla al bichito de la depresión e igual que ahora somos
muy conscientes de nuestros defectos, tratar de serlo también de nuestras
virtudes y ventajas. A veces desdeñamos la sabiduría popular, pero encierra
grandes verdades, como la que confirmé hace hoy tres semanas cuando dudaba
entre irme de éste mundo o quedarme a mejorar las cosas. No sé si me quedará
como frase para la posteridad, pero la verdad que confirmé es la siguiente:
“Cuando todo parece
estar mal y sientes no poder estar peor, sólo puedes estar seguro de que el
próximo cambio a tu vida, siempre será a mejor”
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