Estos tres últimos días han estado plagados de
acontecimientos que me han llevado a un momento necesario de meditación. Os
invito a dedicar cada día unos minutos, sobre todo, en vuestro mejor momento de
la jornada a meditar sobre lo que sentís, lo que os sucede y lo sucedido. Todo
se ve mejor una vez que ha sucedido. De hecho ésta mañana he tenido consulta
con mi psicóloga y me he sentido muy diferente a la última visita hace dos
semanas.
Aparte de sentirme mejor y más fuerte en el plano emocional,
últimamente he pasado de la pasividad a un periodo de hiperactividad. Quiero
llevar a cabo toda mi rutina, ampliarla y añadir nuevas tareas cotidianas con
el fín de no pensar y tratar de ir mejorando en mi enfermedad y paliando sus
síntomas.
En el fondo imagino que ésta hiperactividad tampoco sea muy positiva,
trataré de buscar un término medio, pero lo cierto es que me está yendo
bastante bien. En ocasiones me sentía culpable por no poder hacer todo aquello
que me marcaba, pero también estoy trabajando en ello. En no ser yo mismo quien
me agobie.
Y es que como dije al comienzo de éste Blog, somos nosotros
mismos nuestro principal enemigo.
Voy a hacer uso una vez más de mis queridos ejemplos
chorras. Digamos que desde que alcanzamos la edad adulta, nos equipamos de una
mochila imaginaria, y a medida que andamos por nuestra vida nos encontramos
piedras por el camino. Éstas piedras son conflictos internos, desamores,
problemas económicos, soledad, problemas de fertilidad, para encontrar pareja,
inseguridades y así un larguísimo etcétera de problemas o traumas que si
guardamos en esa mochila imaginaria (algo que muchos tendemos a hacer) hace
nuestra carga y nuestra vida más pesada.
Ahora que padezco una depresión soy consciente de que al
llevar actualmente un estilo de vida basado en el materialismo y las
apariencias no damos la importancia necesaria a la mente y al espíritu. Deberíamos
acudir periódicamente a un psicólogo para prevenir males mayores en lugar de
hacerlo cuando nos resulta imprescindible como es mi caso. La mente al igual
que nuestro cuerpo requiere un buen mantenimiento porque de lo contrario, tarde
o temprano nos dará problemas.
Lo ideal sería aprender cómo gestionar esas piedras o
traumas en lugar de acumularlos en esa mochila imaginaria. Siguiendo con el
ejemplo chorra, como en la realidad, cada uno porta una mochila diferente,
única y a su medida, es decir tienen un tamaño y un límite de peso concreto y
además nosotros también tenemos un límite de carga. Una vez que llenas esa
mochila imaginaria de piedras, pueden y suelen suceder dos cosas.
En primer lugar el peso es tan grande que te impide avanzar
en el camino de la vida, y eso, ya es un problema grave. Pero el ser humano,
terco por naturaleza, además de no avanzar añade más piedras a esa mochila ya
llena. Sólo que en éste caso, las piedras o traumas no rebosan y se caen de la
mochila sino que o bien la mochila se rompe o bien nos causa una lesión importante.
Vamos que tu mente sufre un trastorno muy serio.
Por lo tanto el tratamiento para la depresión se centra en
conocer las piedras que portas, tratar de aliviar la carga y reparar la mochila
o curar la lesión según el caso. Pero obviamente no podemos seguir adelante con
una mochila rota y llena de piedras y lesionados.
Creo que el ejemplo es bastante bueno y claro. Hasta ahí de
acuerdo, diagnóstico, tratamiento, terapia y fuerza de voluntad para reparar
nuestro cerebro y nuestra carga emocional.
Pero ¿qué nos impide volver a caer en los mismos errores una
vez reparada la mochila?
Pues bien, además de aprender técnicas para gestionar los
problemas en lugar de acumularlos y acrecentarlos resulta importantísimo
aprender de ellos. Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos
veces con la misma piedra, pero es que yo he tropezado más de dos y tres veces
con las mismas piedras y me las he guardado en mi mochila emocional como
recuerdo de mis pesares. Ahora toca aprender de ellas, y la próxima vez que me
las encuentre en lugar de tropezar y guardarlas las voy a meter una patada para
sacarlas de mi vida para siempre.
Para terminar un ejemplo personal que lamentablemente al ser
cierto en lugar de chorra fue difícil de admitir y asumir, pero del que ya he
aprendido para no repetirlo.
En el pasado, cuando mi mochila pesaba más de la cuenta
tenía la mala costumbre de beber (y me refiero a alcohol) para olvidar que
llevaba la mochila a cuestas. Durante unas horas parecía funcionar pero al día
siguiente, al recordar, que me había gastado más dinero del que debía en beber,
que me había comportado como un gilipollas con amigos y demás seres queridos,
que tenía una resaca nivel Massiel en una barra libre. Las piedras seguían ahí,
había metido algunas más y encima el sentimiento de culpa y vergüenza las hacía
más pesadas aún.
Así, con la lección aprendida, ahora, cuando los problemas
me pesan, en lugar de beber, hablo, lloro o doy puñetazos al colchón, y sobre
todo, trato de SOLUCIONARLOS, pero no bebo.
Lo dicho, todos hemos cometido errores en el pasado, la
mejor opción es asumirlo y no vivr con ellos, sino aprender de ellos y
evitarlos en el futuro.
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