Hoy he tenido un día movidito en casa, me siento
incomprendido, bueno esto no sólo me ocurre en casa, en general. Pero hoy ha
sido un día plagado de discusiones tontas con mi pareja que se encendían tanto
que pasaban de tontas a serias.
Una de las razones que asumo y tengo clara para esta
predisposición beligerante (propenso a discutir) es que en los últimos días
estoy más ansioso y tenso de lo normal. También comprendo el porqué, el próximo
fin de semana tengo que lidiar con uno de los principales factores que me han
hecho padecer mi depresión y a medida que se acerca el día estoy más nervioso y
por lo tanto más dispuesto a la lucha y más delicado mentalmente.
La rutina que estoy aplicando a mi vida está haciendo algo
de efecto (junto a la medicación por supuesto) pero no estoy ni de lejos
recuperado y cada vez que me expongo a uno de los que yo llamo “detonantes de
ansiedad”, mi frágil estabilidad emocional se resquebraja y paso de estar en
estado fotosintético, es decir callado, absorto en mis pensamientos y casi
babeando, a cogerme un mosqueo más fuerte que Belén Esteban cuando recriminan a
su Andreíta.
Y por más que intente mantener un estado Zen como terapia a
mi depresión, no puedo evitar pasar del llanto al calentón cuando me siento
atacado o incomprendido.
Teniendo en cuenta que he de asumir el hecho de la
obligación de enfrentarme a todo aquello que me angustia, y el deber de
modificarlo, solucionarlo o asumirlo según proceda; me queda otro factor de la
ecuación. El de la incomprensión, y ese factor me lleva a preguntarme
¿Realmente me hago entender bien? ¿Estoy explicando bien mis necesidades y
sentimientos?
A todos nos pasa, depresivos o no, que muchas veces damos
por el hecho que quienes nos rodean saben que pensamos, sentimos y necesitamos
y nosotros sabemos perfectamente que necesitan, piensan y sienten ellos. Y eso
creo que es un grave error.
En primer lugar porque tendemos a cribar la conducta y
emociones de los demás, y eso normalmente ya altera la realidad. Vuelvo a hacer
uso de mis adorados ejemplos tontos. Yo puedo pensar que mi pareja necesita una
escapada romántica de fin de semana porque está agobiada por el trabajo o
estudios (acierto!) pero llevarla a un destino que aborrece y al que realmente
quien desea ir soy yo (error!). No sé si el ejemplo, de tonto que es, sirve de
algo. A donde realmente quiero llegar es que es muy difícil ponerse en el lugar
de otro e igualmente que se pongan en tu lugar, especialmente si padeces una
depresión que hace que ni tú mismo sepas ponerte en tu lugar, ni dónde estás ni
hacia dónde vas.
Por esa misma razón entiendo lo importante que es la BUENA
comunicación. No puedo esperar que mi pareja, mi entorno me entiendan cuando ni
yo mismo lo hago. La única manera que se me ocurre para que quienes yo quiero
me comprendan es hablando. Pero hablando sincera y directamente, no mediante
indirectas o metáforas, de corazón. Especialmente ahora, cuando por la mañana me
despierto con deseos de estar sólo y apartado del mundo exterior y por la noche
necesito que me abracen o me inviten a salir (por poner otro ejemplo tonto de
los míos).
Éste es un factor clave en la relación de pareja y con los
seres queridos. Todos sabemos ya de la dificultad de comunicación entre hombres
y mujeres pero no quiero centrarme en ello ya que eso da para un blog, un libro
y una trilogía fílmica. Me centraré en lo básico.
El camino más corto para dejar de sentirme incomprendido es haciéndome
entender y la forma más sencilla no es ni gritando ni componiendo una copla.
Basta con hablar, con exponer sin tapujos, sin ofender y sin miedo a sentirse
débil o culpable aquello que sientes. Y sobre todo sin esperar que quienes nos
quieren adivinen nuestras necesidades y emociones.
Habla, libérate, hazte entender y sobre todo entiende a los
demás, escucha y trata de ponerte también el lugar del prójimo y seguro que
así, nos hacemos comprender. Si no siempre te queda el ir al programa “Hay una
cosa que te quiero decir”. Yo apuesto por lo primero.
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