Obviamente si poseyera el secreto de la felicidad, aparte de
correr a compartirlo, no estaría pasando por ésta enfermedad, pero padecer
DEPRESIÓN me ha enseñado una de las claves de la INFELICIDAD, y es
sencillamente que el mayor causante y culpable de mis problemas era yo, mejor
dicho, mi forma de afrontar los problemas y mi vida en general.
Y es que vivimos en un mundo en el que indirectamente
nuestro entorno nos obliga a vivir una vida y a recorrer un camino que no tiene
porqué ser necesariamente el nuestro.
Desde la adolescencia comienzan a inculcarnos unas
necesidades y unos requerimientos básicos que se acaban convirtiendo en
obligaciones para lograr el éxito y la felicidad. De ese modo nos enseñar a
desear ser el primero de la clase, el mejor deportista, el más titulado, a
obtener el mejor empleo posible, el mayor sueldo, a ser el más rápido en
obtener un ascenso, a hipotecarte para comprar una casa, a comprar una segunda
residencia de vacaciones, a cambiar de coche, de Iphone, de Ipad y así un
increíblemente largo etcétera.
Al enseñarnos a relacionar todo lo anterior con la sensación
de éxito y felicidad, aquellos que no logramos todas esas metas, que somos la
mayoría, nos invade la frustración y la infelicidad.
¿Realmente
necesitamos todo eso para ser felices?
Desde que convivo con el bichito de la depresión ha cambiado
por completo mi forma de ver la vida, de ver mis necesidades y mis anhelos.
Resulta muy complicado borrar años de aprendizaje social y extraer de la mente todas aquellas
obligaciones que tan bien nos han inculcado. En los últimos años ha surgido una
nueva generación de escritores, pedagogos, coaches y demás divulgadores de un
método para la obtención de la felicidad, así a nuestro aprendizaje social
previo le han añadido una nueva lección, bajo la premisa de: Querer es poder nos han hecho creer que
tenemos todo el potencial necesario para pedir al Universo que cumpla nuestros
deseos y hacerlos realidad para conseguir
ser felices.
Pues lo cierto es que resulta maravilloso creer que si ésta
noche me paso una hora pidiendo al Universo que me haga crecer 20 cms y
amanezca con un saldo bancario como el de Bill Gates, estoy convencido de que
al despertar, seguiré midiendo lo mismo, con la cuenta en números rojos y
además un poco más desilusionado que la noche anterior.
Ignoro casi todo sobre el Universo (como de millones de
cosas más) pero hay dos cosas de las que estoy seguro, la primera es que por
mucho que desee algo y lo pida cada día, lo visualice y forre las paredes de mi
casa con aquello que deseo, es muy probable que no lo consiga nunca y en lugar
de felicidad me proporcione frustración. No nos engañemos, no hay panaceas para
la felicidad y muchas veces querer no significa poder. Y aún existen casos
dignos de estudio de personas que contra todo pronóstico se superan ante
enormes adversidades y logran lo que muchos calificaríamos de éxito, eso no
implica que sean felices. Basta recordar a cientos de personajes famosos,
actores, cantantes, empresarios, artistas, quienes pareciendo que poseen todo
lo que el resto de mortales CREEMOS
DESEAR muchos de ellos lejos de ser felices, han sufrido trastornos
mentales, aducciones e incluso llegado a suicidarse.
La segunda cosa que sé sobre el Universo, es que es
terriblemente injusto, deportistas de élite en la flor de la vida con cuerpos
sanos y cuidados como templos caen fulminados en los campos de futbol, niños
soldado que luchan y caen víctimas de una guerra que no es la suya, las 150
personas que ayer volaban rumbo a Alemania y murieron al estrellarse su avión
en los Alpes… y así podría estar días escribiendo.
Si hace un mes consideraba quitarme la vida hundido bajo el
peso de esta depresión, hoy siento que mi vida es único tesoro que deseo cuidar
e incrementar. Lo más cierto de mi vida y todas las vidas, es que tiene un fin.
Nos guste o no a todos nos llegará la hora de bajar el telón en la obra de
teatro que narra nuestra vida y sólo depende de nosotros como sea ese final y
el argumento.
Pues bien, si para mí el misterio de la felicidad continua
siendo un misterio, el hecho de conocer algunas de las claves de la infelicidad
me puede ayudar para emprender una tarea deductiva basada en hallar la
respuesta correcta descartando las incorrectas.
La primera de ellas es que a mis 35 años de edad, no
necesito ser el mejor trabajador, el que más dinero gane y posea, dos coches,
una moto, un chalet en la costa y el Iphone 6 plus, hasta que salga el 7, que
estaré obligado a deshacerme de esa antigüedad y cambiar de teléfono.
Me basta con ser lo mejor padre, marido, amigo y persona QUE PUEDA LLEGAR A SER. Elijo compartir
mis penas, experiencias, dolor y alegrías con aquel que lo necesite en lugar de
vivir jactándome de mis logros.
Me sabe mucho mejor mi medio bocata de chorizo, cuando he
compartido la otra mitad con quien pasa hambre, que el mejor caviar del mundo.
Prefiero caminar y pararme a levantar al que ha tropezado en lugar de ascender
pisando cabezas y vidas como nos quieren enseñar a hacer.
Ahora soy consciente de que el Universo no me va a dar nada
por mucho que lo desee y lo pida, en realidad en muchísimas ocasiones el Universo no nos da ni lo que merecemos,
llegando incluso a favorecer más a los villanos y asesinos que a las personas
de buen corazón y manos curtidas.
Otra verdad recogida a base de golpes y fustigación es que
muchas veces aunque quiera, hay cosas que no podré lograr. Lo que si depende de
mí, es luchar por hacer todo lo que sí puedo, de la mejor manera posible,
disfrutar de las cosas buenas que me dé el destino y afrontar los golpes bajos
con los que también me obsequia y sabiendo que vida sólo hay una y toda tiene
un final, debo luchar por disfrutar de ella, como decía Frank Sinatra, a mí
manera.
Sólo deseo que estas nuevas lecciones aprendidas se graben
en mí a fuego, utilizarlas a diario para, si bien no consigo la FELICIDAD
PLENA, me alejen de la infelicidad constante, por último os dejo con una cita célebre,
propiedad de Thomas Hardy:
“La felicidad no
depende de lo que uno no tiene, sino del uso que hace de lo que tiene”.
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