Casi dejo pasar el día sin cumplir una de las pequeñas obligaciones de mi rutina diaria,
escribir mi página del Blog y dar salida a las emociones, experiencias,
aportaciones personales o recaídas para narrar mi lucha contra la depresión.
Hoy ha sido un buen día, ésta mañana tocaba revisión médica
y después de eso, he aceptado y recibido un regalo maravilloso para mí. Me he
hecho un tatuaje, entiendo a quien no comparta mi afición por pincharse durante
horas la piel y dejar un rastro permanente de vivencias o locuras, según el
caso. Pero yo desde hace bastantes años tomé la decisión de dejar constancia a
modo de cicatriz cromática de los que yo considero acontecimientos señalados en
mi vida.
Así, la parte superior de mi cuerpo, brazos incluidos son un
puzzle de mi historia en el que las piezas forman mi pasado y ahora mi
presente. Desde las iniciales de los familiares perdidos, al nombre de mis
hijos, etc. Siempre pienso en que, aparte de que me gusta el aspecto estético,
cada una de esas piezas me recuerda de forma vívida errores y aciertos que
jamás debo olvidar.
Y curiosamente, si ayer hablaba de añadir color a mi vida,
hoy lo he hecho de forma permanente, ya que todas las puntadas de tinta que
marcaban mi piel hasta hoy, habían sido realizadas en color negro. Digo hasta
hoy, porque el tatuaje que ahora luce mi brazo derecho es un compendio de lo
bueno y lo malo de este último año, dejando incluso un símbolo del paso por mi
depresión. Pero esta vez en color, en muchos colores, en demasiados para mi
amigo y tatuador. Vamos que me he aplicado la rutina de añadir color a mi vida
de forma drástica. Y estoy encantado con el resultado.
Además de marcar mi cuerpo y sentir la máquina punzar mi
piel, he pasado un día entero con mis amigos, lo cual para mí ya representa
otro pequeño logro.
Con esto solo trato de compartir mi experiencia, no incitar
a quien lea esto a dejarse la piel hecha un mapa. Lo que si me gustaría es
invitaros a salir un poco de ésta rutina que nos atrapa y dedicarnos de vez en
cuando, en función de nuestras posibilidades y necesidades, un rato para uno
mismo. Un tiempito para pasear con música de fondo, a leer, a nadar unos largos…
Cualquier cosa que nos mueva de éste estancamiento “voluntario” que nos provoca
esta enfermedad.
De éste modo, igual que me sucedió ayer al sentirme mejor
tras verme de mejor aspecto, el hecho de hacer algo que te guste, de realizar
alguna actividad placentera, nos vuelve a enseñar a disfrutar. A recordar esa
grata sensación tras practicar algún hobby. Y es que, en estos momentos,
tenemos que dejar querernos y sobre todo querernos nosotros.
Ésta semana estoy hecho un manojo de nervios y ansiedad,
llevo dos noches de insomnio que me han dejado para el arrastre y un día muy
intenso a mis espaldas. Pero me voy a acostar con la satisfacción, del tatuaje,
y sobre todo de ir manteniendo y ampliando mi rutina constructiva.
Buenas noches a tod@s!!
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