En las últimas dos semanas he dado pasos, que considero, de
gigante en el camino a mi curación, he compartido con vosotros mis
experiencias, sentimientos, etc. He experimentado cierto crecimiento interior y
un aumento de mi fortaleza emocional a la vez que silenciaba poco a poco la voz
de ese “bichito de la depresión” restándole energías y poder sobre mí.
Pero no significa ni mucho menos que ya esté curado, el mero
hecho de despertar y ver un día lluvioso hace que me invada un deseo de llorar
inexplicable, y no dedicar más horas a jugar con mi hijo porque en ocasiones me
quedo en estado semivegetativo me llena de un sentimiento de culpa difícil de
digerir.
Hasta el momento, unido a la medicación y al tratamiento
psicológico, he estado añadiendo nuevas rutinas a mi vida diaria para paliar
los efectos de mi enfermedad y avanzar a su curación, y cuando crees sentirte
mejor, más fuerte ante tus problemas… aparecen otros nuevos que te golpean de
tal modo que ponen en riesgo los pasos avanzados y mandarte del nuevo al pozo
del que salías.
Hay días que el universo conspira a tu favor, hace sol, en
la radio sólo suenan tus canciones favoritas, surge un plan interesante,
recibes una buena noticia, echan tu película preferida, te tocan 9 € en la
primitiva (a mí que no me suele tocar ni el reintegro 9€ me alegran), gana tu
equipo de futbol, etc. Y de repente, llega un nuevo día y el universo decide
que es un día estupendo para patearte sin misericordia. Además, las patadas
padeciendo una depresión, no digo que duelan más, pero sí que nos causan más
complicaciones de lo considerado normal, estamos más sensibles a las patadas
del universo.
Ayer tuve un día de esos, estando de baja mis ingresos son
inferiores a mis gastos, algo cada vez más habitual en las familias españolas,
y encima me llega unas multas de estacionamiento de más de 300 €, tuve que
pagar 50 € por cancelar una cuenta bancaria (por cierto, si alguien que trabaja
en banca me lee, lo siento, pero los bancos son unos ladrones), había dormido
muy mal, me desperté física y psíquicamente agotado, estaba de mal humor, vamos
un día de perros y ya sabéis “A perro flaco…todo son pulgas”.
Pues bien, si el universo me hubiese regalado un día tan
negro hace 3 semanas en lugar de ayer, hubiese estado más jodido que Belén
Esteban en “Cifras y letras”. Me habría revolcado aún más en mis miserias,
metido entre pecho y espalda un par de tranquilizantes (bajo prescripción
médica por supuesto) y corriendo a dormir hasta que pasará el día.
Y es que, aunque ahora me sienta más fuerte ante los golpes
y patadas del destino, estoy aprendiendo a recibirlos un poco mejor, y sobre todo
he asumido, que aun estableciendo una rutina, digamos, terapéutica y sabiendo que me quedan muchos días por delante
para saberme recuperado, inevitablemente van a aparecer nuevos días malos.
Como lo de controlar el universo para que sólo me obsequie
con días perfectos lo veo complicadillo, no nos queda otra que ser conscientes
de que si bien hay días buenos, también los habrá malos, que lo inevitable no
se puede evitar, pero podemos y debemos aprender a asimilar las nuevas circunstancias
negativas. Evitar que inflijan más daño del necesario y negarse a volver por el
camino ya recorrido y retornar a ese pozo.
Nuestra depresión es como el tiempo meteorológico en el
norte de España, llover va a llover, y mucho, pero el sol saldrá de nuevo y
todo lo que hay bajo él es maravilloso de ver y vivir. Cada vez menos falta
para que salga el sol y disfrutemos de esos días y encontremos también el lado
positivo a lo días de lluvia.
Y para terminar deciros que no sólo he aprendido eso entre
ayer y hoy, también he aprendido que las multas es mejor pagarlas según lleguen
que luego te clavan el doble más intereses los muy ******* y que si no
encuentras un banco que te ofrezca una cuenta SIN COMISIONES ni gastos trampa,
guarda el dinero bajo el colchón como toda la vida que si no también de clavan
los otros ******* de los bancos.
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