Hoy he tenido cita con la psicóloga de la Seguridad Social
(sanidad pública española para mis amigos de fuera) después de “tan sólo 5
meses”. En serio, al margen de politicismos estoy muy orgulloso de disponer de
un sistema de salud pública tan extenso, aunque nos lo quiten de la nómina y la
chusma política intente privatizarlo u obligarnos al repago. Por cierto, si por
casualidad entre alguno de mis pocos y bienamados lectores se encuentra alguien
que trabaje para la sanidad pública, en primer lugar GRACIAS de corazón, y que
quede claro que sólo critico la mala gestión administrativa y política de la
sanidad (como vosotros imagino) y, en mi modesta opinión, me parece un error
entender los trastornos mentales como enfermedades de bajo impacto y no contratar
a más psicólogos y psiquiatras, dejando así que personas, como yo, que han
estado planteándose dejar éste mundo, deban esperar casi medio año para ser
atendidas por un psicólogo o psiquiatra.
Dejando atrás desahogos y críticas, lo cierto es que he
tenido la gran suerte de tener una doctora de cabecera tan buena profesional
como persona y de disponer (tras 5 mesecitos de espera) de una sesión con una
psicóloga.
Tras las primeras preguntas obligadas que todo
psicoterapeuta ha de hacernos para trazar nuestro mapa emocional y buscar las
causas de nuestro trastorno, es decir, preguntarnos por nuestra familia y
problemas a grandes rasgos, la psicóloga ha incidido en la importancia de
reintegrarme a la vida laboral, ya que me encuentro de baja por enfermedad.
En principio interpreté ese enfoque como un intento de la
sanidad pública de impedirme ser otro parásito de las arcas públicas, porque
resulta mucho más aceptable estar de baja por romperte los brazos que por
reventarte el cerebro a base de crisis de ansiedad y angustia, inestabilidad
emocional y deseos autodestructivos e incluso suicidas.
Es triste como lo planteo pero creo que sigue siendo una
enfermedad estigmatizada de la que muchos piensan que es un pretexto fácil para
no currar y vivir del morro. Lo cierto es que yo era uno de los que pensaban
eso hasta que me tocó padecerla a mí. Por no mencionar que pocas personas
pueden vivir con lo que te dan de prestación, pero bueno, ciñéndome a lo
positivo que es mi obligación ahora, cuando llegué a casa me replantee la
vuelta a la vida laboral y me pareció buena idea.
Como os contaba anteriormente mi vida ha ido cambiando desde
que nací y con ello mis necesidades y capacidades, y la depresión ha supuesto
en mi vida un cambio tan importante, que el trabajo que he desempeñado durante
años y el oficio que tengo por vocación, que es la cocina se convirtió en un
motivo de estrés y ocupación que AHORA no quiero. Esto me hizo replantearme
cambiar de oficio y desear pasar de vivir para trabajar a trabajar para vivir.
Dejando de lado la multitud de defectos e ignorancia que
poseo, hallé que también tengo alguna virtud y conocimientos para cambiar de
campo laboral al ritmo de los cambios que ha sufrido mi existencia.
La cuestión es (Cada día me parezco más a Carrie Bradshaw) ¿Estoy listo para reincororarme a la vida
laboral? La respuesta es NO. Al
igual que la retirada de la medicación, la incorporación a la vida laboral debe
estar avalada con el criterio de tu médico o psicólog@. Pero si me parece
interesante y útil hacer una simulación (no de las de Cospedal en diferido), es
decir introducir en mi rutina un horario estricto y unas obligaciones bien
definidas como si de un empleo se tratase.
Puede parecer confuso, pero creo que si lo meditáis y lleváis a cabo os será de ayuda. Por ejemplo
(este no es chorra, lo siento), yo ahora me he marcado un horario de tareas
domésticas, escritura y estudio de la depresión. Puede no parecer un trabajo,
de hecho ni mi pareja llega a entender la importancia que tiene para mí esta
última parte de escribir y documentarme sobre ésta enfermedad, pero yo lo
emprendo como si de un trabajo se tratase. Sigo con el ejemplo, ésta mañana me
puse el despertador a las 8:30 pese a mis problemas para dormir, con el fín de
llevar a cabo un planning concreto, escribir, preparar la comida de mi hijo
pequeño, hacer trámites administrativos, ir a la psicóloga, etc. Todo ello
estructurado y sin margen para el café. Y esa va a ser mi nueva introducción a
la rutina que me está salvando la vida. Incorporarme a la vida laboral tras un
periodo de adaptación con trabajos domésticos.
¿Qué os parece la
idea?
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