Antes de extenderme con éste paso que considero tan importante,
quiero compartir con vosotros la experiencia vivida éste recién terminado fin
de semana, para que me sirvan de ejemplo y porque estoy deseando vomitar en
forma de letras éste torbellino de emociones que siento en mi interior.
Hablando de torbellinos se me acaba de ocurrir una buena metáfora sobre lo que
representa actualmente para mí la depresión que padezco.
Mi enfermedad se ha convertido en un huracán, en primer
lugar, porque parte de los detonantes de mi estado ansioso depresivo lleva
nombre de mujer (el de la madre de mi hijo mayor) como todo huracán que se precie, en segundo
lugar porque ha barrido mi vida desde los cimientos dejando tras de sí un caos
de sentimientos y emociones y ha esparcido por todas partes los despojos de mi
mente y en tercer lugar porque, si bien ahora estoy realizando las pertinentes
labores de desescombro y limpieza de los destrozos ocasionados, estoy seguro
que cuando acabe con la mencionada tarea, va a quedar un espacio fértil y
sólido sobre el que construir con más dureza y prosperidad que nunca el resto
de mi vida.
A lo que iba, que me lío a escribir y me desvío (como
siempre), como os mencioné en la última entrada al blog, éste fin de semana se
suponía que iba a poder visitar a mi hijo mayor que convive con su madre y con
la que la única relación que mantenemos se reduce a los juzgados y al punto de
encuentro al que acudo a ver a mi hijo. Bueno pues previamente a éste fin de
semana estaba más tenso que un cura el día del Sorteo del Niño, no sabía si la
madre iba a acudir al punto de encuentro con mi niño, estaba nervioso por el
reencuentro, vamos, lo imaginable. En tal estado de nervios y ansiedad mi
psicóloga me dio dos consejos, el primero que viajase con mi pareja, para tener
en quien apoyarme si algo salía mal. Y el segundo el que centraba el anterior
paso del Blog. “Afronta tu realidad”. Es decir, prepararme previamente para la
peor opción posible y asumirla como la primera opción.
Para no repetirme os diré que hice ambas cosas, asumí que no
iba a poder ver a mi hijo y viajé acompañado de mi mujer. Lamentablemente y muy
a mi pesar, la peor y principal opción, que era la de no ver finalmente a mi
hijo, fue exactamente lo que sucedió.
Ante eso sólo tenía dos opciones, a saber, hundirme en mi
miseria, pasarme dos días en la gran ciudad lamentándome y amargando a mi
pareja y volver aún más hundido que antes de iniciar el viaje. Probablemente
ésta hubiera sido la opción elegida hace dos semanas. O bien, con los deberes
hechos de casa y mi mente puesta en lo peor, elegí la segunda alternativa:
MODIFICAR MI REALIDAD.
Una vez optado por modificar mi realidad traté de extraer
todo lo positivo que pudiese encontrar de dicha situación, es decir, disfrutar
de un fin de semana en pareja, pasear, salir a cenar, ir al teatro y convertir
lo que hubiera sido una situación de angustia en algo casi placentero.
Obviamente, la espinita de no ver a mi hijo sigue ahí, pero continuo con la
modificación de mi realidad, una vez convertida la experiencia negativa en
positiva, me enfrento al problema de cara, BUSCO SOLUCIONES, en el caso del que
hablo, estoy dando todos los pasos imaginables y posibles para poner en
funcionamiento la lenta maquinaria del Ministerio de Justicia para que ponga
fin a éste problema y mientras soluciono mi problema modifico mi realidad.
Esto se aplica y voy a aplicarlo a todos los aspectos de mi
vida que me han llevado a padecer ésta enfermedad. Normalmente los periodos de
depresión te convierten en un ser lastimero, pasivo e inactivo, lo que te lleva
a hundirte más en los problemas tanto mental como pragmáticamente. Ya he pasado
el capitulo de discernir entre hechos inalterables y los modificables, he
dejado atrás la pasividad y me ha llegado el momento de la acción, de hacer
acopio de fuerzas y coraje y lanzarme a modificar aquellos aspectos que me disgustan.
Como decía anteriormente es perfectamente aplicable a todos aquellos problemas
que me afectan y tienen solución a corto, medio y largo plazo.
Por ejemplo, como os contaba anteriormente, la depresión me
llevó al descuido de mi aspecto físico, mi dieta e incluso mi higiene lo que me
llevó a un incremento de mi inseguridad y aumentó mi falta de deseo por
socializar y estar con amigos y conocidos, por lo que decidí modificar mi
realidad y tomar medidas. Cambio de dieta basada en alimentación compulsiva a base
de guarradas como bollería y patatas fritas a una dieta estructurada y
saludable.
He pasado de la inactividad casi
total a “forzarme” a salir andar, patinar y desde mañana a correr, de hecho
cada día que he salido a andar o patinar he regresado con la sensación
placentera del deporte al aire libre y la motivación para seguir practicando
deporte y de salir reforzado de ésta enfermedad. La suma de éstos pequeños y
grandes cambios es lo que está cimentando ese lugar que ha dejado desolado el huracán
de mi depresión y sé que darán lugar a la curación y el cambio que necesito.
Poco a poco me estoy adueñando de mi cuerpo y lo que es más difícil, de mi
mente y mis emociones, y esto es un gran paso para salir de este bache…
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