Me da la impresión que cuanto más escribo e interactuo con
los pocos que me leéis más parece que lo escrito va adquiriendo matices de
libro de autoayuda, lo cual no deja de ser razonable, ya que escribir,
compartir con vosotros mis experiencias y dar los pasos que estoy dando me está
resultando de mucha ayuda, y sólo deseo que exista, aunque sólo sea una persona
aparte de mí, que al leerme o escribirme, sienta un poquito más ligera su
carga.
En ésta ocasión quisiera contaros como en los últimos días
intento dialogar con ese bichito llamado DEPRESIÓN, que moraba a sus anchas en
lo más profundo de mi ser. Actualmente siento que ese bichito ya no se siente
tan cómodo y fuerte dentro de mí, aún no he acabado con él y seguimos en una
convivencia que yo no deseo y de vez en cuando continúa desordenando la casa,
rompiendo cosas a su antojo y dejando mi cerebro, nuestro hogar, lleno de
porquería.
Pero por suerte, tras 5 meses de tratamiento y casi un mes
desde que decidí salir del pozo para pelear y vencer al bichito, hoy me siento
lo bastante dueño de mi vida para dialogar con él, hacerme entender e incluso
imponer mi postura en alguna de nuestras discusiones.
Hasta hace bien poco, el bichito era dueño y señor de
nuestro hogar, me mantenía encerrado en una oscura, húmeda y fría habitación
sin ventanas y se comía nuestros víveres. Me impedía comunicarme, sentir,
hablar, disfrutar o ver el exterior. Lo único que me dejaba hacer era llorar y
lamentarme hasta que la única salida que veía era perecer en esa habitación en
la que me mantenía secuestrado y esclavizado.
Pero llegó un día, aquel 24 de febrero de éste año, en el
que en lugar de obligarme a dejar de respirar y morir en ese oscuro habitáculo,
decidí dar una patada en la puerta y lograr adueñarme de nuevo de mi casa.
Limpiar la porquería, arreglar los destrozos e incluso cambiar la decoración
para conseguir sentirme de nuevo cómodo en mi hogar y estropear la estancia no
deseada del bichito en mi cabeza.
Hoy siento que estoy encerrando yo al bichito en esa oscura
habitación y tengo la obligación y la convicción de poder mantenerle ahí hasta
que no le quede otra opción que irse o morir.
Mientras tanto, estoy dialogando con él, utilizando como
argumentos la medicación, la terapia y los grandes esfuerzos que he llevado a
cabo gracias a mi fuerza de voluntad, voy explicando al bichito que dentro de
poco tendrá que abandonar mi hogar, al que vino sin ser invitado. Estoy explicándole
que necesito las habitaciones de nuestra morada limpias, ventiladas e
iluminadas y sobre todo disponibles para mi familia, amigos, mi trabajo y demás
necesidades, y que tengo la intención de convertir, esa habitación en la que
antes me encerró y en la que ahora es el bichito el que vive encerrado, en mi
cuarto destinado a los juegos y a la felicidad. Le guste o no, es mi
habitación, es mi hogar y en mi casa no quiero bichitos egoístas y
manipuladores que se alimenten de mis males.
He necesitado mucho tiempo y esfuerzo para imponer mi voz a
la suya, he tenido que conocer, asumir, afrontar y solucionar los problemas que
abrieron las puertas de mi casa al bichito. He tenido que afrontar y superar
los miedos que le dieron fuerza y espacio para poder llevarle a ese rincón
oscuro. Y debo seguir como hasta ahora, ampliando mi rutina y buscando dar
solución a todo lo que me encerró en esa prisión de mi propio hogar hasta que
consiga hacer entender al bichito que o se va o le hecho a patadas.
Ésta semana tengo cita con mi doctora y mi psiquiatra para
valorar con ellos la posibilidad de reducir mi medicación, por suerte y como os
comenté anteriormente, no parece que tenga aún dependencia física o psicológica
a mi tratamiento y siento que todo lo que estoy haciendo cada MINUTO de mi vida
por arrinconar a ese indeseado huésped, será suficiente para lograr exiliarlo.
Estoy decidido a ser de nuevo dueño de mi hogar y de mí
mismo sin depender de nada que no sea yo, voy a superar este encierro y dejar
mi casa imaginaria mucho mejor de lo que estaba cuando vino el bichito para
quedarse e instalar todas las medidas posibles para que nunca más pueda
traspasar el umbral de mis puertas sin ser machacado.
Por último y como decía Albert Einstein:
“Trabajemos duro,
acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no
querer luchar por superarla”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario