Hoy me he acordado de aquella mítica frase de Forrest Gump,
“La vida es como una caja de bombones, nunca sabes cuál será el siguiente que
te va a tocar”. Y visto desde esa perspectiva lo cierto es que el exceso de
preocupación en el mañana, en ocasiones nos descentra del presente.
Ya no me refiero a la educación
social que hemos recibido desde la infancia para exigirnos ser el número
uno en todo y vivir una vida acorde a lo establecido y un régimen de consumo y
necesidades superfluas para ser un ciudadano de bien. Yo mismo era una de esas
personas preocupadas por cambiar de Iphone o de coche para provocarme una falsa
sensación de felicidad.
De lo que hablo es de esa intensa preocupación por controlar
el futuro sin siquiera ser dueños del PRESENTE.
Llevo casi 4 años en una ciudad, demasiado pequeña y
aburrida para mi gusto y para aquellas que consideraba que eran mis necesidades,
y aquellos que vivimos o estamos acostumbrados a las grandes ciudades, ese “ansia
por vivir” se convierte más bien en un estilo de vida. En Madrid mi vida
discurría con tanta rapidez que hasta corría por realizar las actividades marcadas
para mi tiempo libre.
Cambiaba de domicilio, de trabajo, de pareja, de entorno,
de vida para tratar de mejorar con cada cambio. Ahora me doy cuenta de que sólo
trataba de buscar la felicidad de un modo erróneo y ser dueño de mi futuro.
La definición en el diccionario de futuro es “aquello que
sucederá o existirá en un tiempo posterior al presente”. Estaréis de acuerdo
conmigo en que la definición es tan efímera como el futuro en sí.
Llevamos toda
una vida tratando de asegurarnos un futuro, de hecho hay miles de personas
infelices y frustradas porque han tratado de definir su futuro en base a
razones erróneas, por ejemplo (chorra por supuesto) los miles de abogados,
médicos, etc, que pasaron años de estudios y de prácticas para tener la carrera
que deseaban sus padres cuando hubiesen preferido irse a escavar pozos en
África. O bien aquellos que hicieron la carrera deseada y tras años de esfuerzo
y gracias a ésta maldita crisis en lugar de estar operando o defendiendo a sus
clientes en el juzgado, están sirviendo hamburguesas, o peor aún en el paro.
Querer adueñarse del futuro es como querer poseer el sol,
imposible, frustrante e inútil y además, en el hipotético caso de lograrlo en
ambos casos acabaríamos ardiendo…
Todos tenemos respeto y miedo al futuro, el ser humano nace
con el temor de lo inesperado, y para evitar ese temor planifica su vida
pensando en que podrá controlar lo que suceda. Pues bien, lo más probable que
suceda es que el Universo nos dé una coz y por muchos planes que hagas acabes
perdido y frustrado, o como en mi caso, con una depresión de caballo.
No digo ni mucho menos que debamos llevar una vida de
anarquía sin pensar en el mañana, sino que lo
realmente importante y útil es recordar y aprender del pasado, disfrutar y
vivir el presente y no agobiarse por el futuro.
Una vez que consigues asumir las experiencias vividas y
centrarte en el día de hoy como si fuese el último, porque amigo, puede que lo
sea, consigues desechar ese miedo heredado al mañana.
Sé que esto es muy, pero que muy difícil, como os dije
anteriormente, he establecido una rutina para dejar sin fuerza al bichito de la
depresión, mantener alejados de mi mente los pensamientos negativos e ir
adaptando mi vida a los ritmos normales para poder en un futuro cercano
reincorporarme a la vida laboral. Con éstos “deberes” en mente, ésta mañana al
despertar lo primero que he hecho, como todas las mañanas, es llevar a mi mente
un pensamiento positivo, retenerlo hasta que me invada esa sensación cálida de
amor (normalmente pienso en mis hijos y sus sonrisas), pero acto seguido, al
mirar el reloj, aún antes de levantarme se agolpaban en mi cerebro todas
aquellas cosas que tenía previsto hacer hoy y el orden de ejecución. Comenzaba a sentirme estresado sin
necesidad. Por suerte para mí, mi hijo pequeño de casi dos años lleva unos
días resfriado y ha pasado la noche en nuestra cama, y al girarme y ver su cara
dormido… desapareció el estrés, en ese momento, sólo importaba él. Sólo importaba el presente.
Y esa lección es la que he aprendido hoy, el mañana es
incierto y posiblemente injusto, lo único que tengo es el presente, el ahora,
de mi depende la calidad de ese momento. Discernir entre lo realmente
importante y lo inducidamente necesario. Saber aprovechar cada día con la
esperanza que lo bueno que hagamos hoy, sea de utilidad mañana, sin depender de
que así sea. Por eso creo que ésta lección, no será únicamente útil para
superar mi depresión, sino para evolucionar.
Y como viene siendo costumbre, os dejo con una cita célebre,
dicha por mi admirado Jean Paul Sartre:
“No perdamos nada de
nuestro tiempo, quizá los hubo más bellos, PERO ÉSTE ES EL NUESTRO”
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