sábado, 28 de febrero de 2015

PASO 12 “APRENDIENDO A DORMIR”



Hoy he pasado, al fin, una buena noche, he dormido ocho horas del tirón y me he despertado descansado y en cierta calma. Tras una semana cargada de ataques de ansiedad, poco a poco parece que voy controlando las crisis y aplicando mi rutina con cierta facilidad.
El problema del insomnio, tan común en los enfermos de depresión, me está resultando muy difícil de llevar. Supongo que es cuestión de tiempo, de aplicar algunas técnicas de relajación y del apoyo de la medicación. En mi caso y probablemente en el tuyo, el primer tratamiento que me indicaron fue muy preciso, seguía sin poder dormir y recurría al abuso de ellos. Esto fue y y es un gran error, no sólo no conseguía tener un sueño reparador sino que además es nocivo para el sistema digestivo y el hígado, por lo que podemos sumar graves daños al que ya padecemos. Si transcurrido el tiempo que tu especialista considere prudencial y continúas sin llegar a tener cierta estabilidad emocional en tu día a día y sin poder conciliar el sueño, no te ofusques, habla con tu médico o psiquiatra. Lo más probable, como en mi caso, es que te aumenten la dosis o modifiquen tu medicación. Ten paciencia, pero sobre todo, evita auto medicarte o una sobre ingesta porque esto podría resultar mortal. Y no queremos esto. Hemos decidido vivir.
Uno de los síntomas que más me alertó, antes de saber que padecía depresión (llegué a pensar que tenía un tumor cerebral o algo así), fue el insomnio, dormía una media de 2 horas al día y me despertaba agitado. Podía pasarme noches enteras leyendo, viendo la tele o llorando, hasta que por puro agotamiento caía en un breve espacio de sueño alterado. Obviamente me despertaba hecho polvo, muerto de asco, sin querer levantarme y sin fuerzas físicas para ello. Llegué incluso a tener alucinaciones auditivas y palpitaciones. El problema añadido a los síntomas de la depresión, es que la falta de sueño altera los procesos mentales, provoca agotamiento crónico, falta de deseo de vivir y acentúa increíblemente todos los efectos de la enfermedad. De ahí, que resulte tan importante dormir.
En éste momento me siento un poco como un bebé, tanto en el sueño como en toda mi rutina diaria, he de aprender de nuevo a hacer muchísimas cosas que antes me resultaban sencillas. Y por esa razón he decidido aplicarme una rutina similar a la que llevé a cabo con mis dos hijos y añadirle mis necesidades personales.
Las últimas horas del día, trato que sean tranquilizadoras, evitar cualquier estímulo externo desestabilizador, poco a poco voy conociendo algunos de ellos, aunque quisiera extenderme más sobre esto en el futuro.
Igual que a mis hijos procuro darme un baño o ducha relajante, siempre a la misma hora, una cena ligera y nada de películas, series o programas de televisión que me resulten abrumadores o tristes.
Ahora que conozco el tiempo medio de acción de mis pastillas, que es de una hora (en mi caso), justo antes de ir a dormir. Una vez en la cama, mientras la medicación hace su efecto aprovecho para una lectura ligera y agradable, recibir las mañas de mi mujer y cuando siento que Morfeo llama a mi puerta, me dejo caer en sus brazos mientras llevo a mi cerebro imágenes positivas.

Hoy me ha funcionado y realmente espero que siga así, por si acaso tengo en mente aprender técnicas de relajación y respiración tal y como me aconsejó mi médico para implementarlas a mi rutina. También probé con pedirle a mí mujer que me cantase “Los cinco lobitos” antes de dormir como hacía con nuestro hijo.  A mi no me ha ido muy bien, pero lo comparto por si acaso. 

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