PASO 10 “MODIFICA TU
CONDUCTA”
Desde hace unos días que opté por vivir en lugar de dejar de
hacerlo, estoy tratando de modificar ciertos rasgos de mi conducta,
especialmente aquellos que me acarrean pensamientos o deseos negativos y
creando nuevos y pequeños hábitos diarios de obligado cumplimiento.
El primero de dichos hábitos es éste mismo, narrar y
compartir mi experiencia. Normalmente soy bastante reacio a hablar de mis
sentimientos, es posible que antropológicamente albergué en mi mente la arcaica
idea de que los hombres no lloramos ni hablamos de nuestras emociones (que
equivocado estaba), pero descubrí que me resulta fácil e incluso agradable
escribir sobre ellos. Supongo que será una válvula de escape a ese batiburrillo de sensaciones que experimento
a lo largo del día. Además esta decisión me aportó un efecto inesperado y muy
positivo. Al compartir mis vivencias con conocidos y desconocidos a través mi
blog y redes sociales he descubierto que no estoy sólo, que lamentablemente hay
mucha más gente en mi situación de la que podía imaginar. Que la mayoría de mis
síntomas son normales y me han hecho comprender que se trata de un proceso como
el de cualquier otra enfermedad y como tal…que tiene cura. Y de carambola
resulta que todo esto parece ayudar a otras personas que se identifican conmigo
y se encontraban en mi misma situación, solos e incomprendidos. Esto último me
genera cierta responsabilidad, pero también cierta alegría. Y de éstas últimas
hay muy pocas durante la enfermedad.
Además de evitar que mientras escribo, mi cerebro entre en
un bucle de pensamientos nocivos, también me está resultando de gran ayuda para
estimular mi capacidad de concentración, que entre la enfermedad y la
medicación estaba tan mermada que me hacía imposible leer unas páginas o seguir
el hilo de la película más simple.
Otro hábito que introduje en mi nueva vida lo comenté
anteriormente, cada mañana al despertar trato de borrar la maraña de
sentimientos negativos que nublan mi mente y evocar una única imagen, sensación
o recuerdo altamente positivo. Normalmente recurro a mi hijo de un año y medio,
centro en mi cerebro su olor, su tacto, su voz, su rostro y me aferro a esa
sensación. Dejo que inunde mi mente y pase al resto de mi cuerpo como un calor
balsámico, disfruto tendido en mi cama de ese calor durante unos minutos hasta
que decido que estoy listo para salir de la cama y empezar un nuevo día. El
primer y segundo día me resultó bastante difícil tomar el control de mi mente
por unos minutos, pero cada día que pasa esta rutina me resulta más sencilla de
llevar a cabo y más placentera. De hecho, a partir de hoy mismo, voy a tratar
de repetirla al acostarme. Ya os contaré que tal funciona.
Así poco a poco voy aportando pequeños granitos de arena a
lo largo del día para garantizarme una pequeña dosis de endorfinas que esta
enfermedad te evita producir de forma normal. De igual modo, busco en mi
interior que pequeñas cosas me hacían feliz o me proporcionaban una sensación
agradable.
Por eso, todas las mañanas, a eso del mediodía trato de
abrazar a mi familia y seres queridos, porque sí, porque me agrada y sé que a
ellos también, un abrazo sentido y profundo y un beso de amor y repetir a modo
de mantra “Todo va a salir bien”. Pero sobre este punto quisiera extenderme un
poco más en el siguiente paso.
Y por último, para no extenderme mucho en el post de hoy,
quiero compartir con vosotros dos pequeños hábitos que ya forman parte de mi
vida diaria. Todas las tardes dedico unos minutos a escuchar música agradable,
alegre. Me preparo una pequeña lista en Spotify y selecciono 5 canciones que me
hagan sentir bien, me pongo en una posición cómoda y relajada y doy al play, mientras
dejo que la música haga su efecto, sin distracciones, ni móvil. NADA. Sólo la música y yo.
Para terminar el día practico un ritual parecido, trato de
ver algún programa de televisión o película, pero sólo cómico, nada de dramas,
nada de realidades. Sólo comedia.
Una vez que estoy en la cama me gusta leer unas páginas de
algún libro gracioso, os recomiendo “Sin noticias de Gurb” de Fernando Mendoza
o cualquiera de Pablo Tusset, especialmente “Lo mejor que le puede pasar a un
cruasán”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario