domingo, 12 de abril de 2015

PASO 47 "EL ESPÍRITU DEL ALQUIMISTA"




En el plano espiritual de la alquimia, el alquimista debía transmutar su propia alma, antes de trasmutar los metales. Pues cual guerrero alquimista voy a intentar de modificar y adaptar mi personalidad acorde a mis necesidades para la lucha que mantengo contra la depresión y para la guerra que supone la vida en sí misma con objeto de encontrar la paz.

Además, me veo en la necesidad de trasmutar factores que son de motivación e inspiración, pero que según las circunstancias se convierten en motivo de culpa o miedo, hasta convertirlos en un elemento más valioso que el oro. EN FUERZA.

En éste momento no voy a hacer uso de mis queridos ejemplos chorras, ya que tengo la necesidad de compartir y desahogar el origen de ésta buena lección.

Mi recuerdo de la infancia sobre la paternidad, aunque me haya criado sin un padre, es el de aquel hombre amante de los bares, el fútbol y de sacar la mano a pasear que era poco dado a las muestras de afecto en público y se pasaba la vida trabajando pero mantenía su presencia en el hogar, gracias a una madre que no se cansaba de repetir a los hijos: "Verás cuando se lo diga a tu padre". Frase efectiva de manera inmediata para imbuir respeto y temos entre los menores.

Hoy creo que los padres en general hemos adoptado un rol más maternalista, nos ocupamos de manera solidaria de sus necesidades, educación, aseo y resulta normal el cariño ilimitado de padres a hijos. Obviamente y muy a mi pesar ignoro el vínculo carnal que se establece entre madres e hijos, de lo que no me cabe duda, es de que el amor que siento por mis hijos solo puede ser muy levemente superado por ese vínculo.

Si bien estoy de acuerdo con la graciosa y eterna expresión de "Daría la vida por mis hijos" de lo que no dudaría ni un segundo, lo cierto en mi caso es que ellos me han dado la vida a mí. De no ser por ellos estoy convencido de que no seguiría en éste mundo, son mi razón de ser y la muestra viviente de que pese a todos los errores que haya podido o pueda cometer en ésta vida he hecho dos seres maravillosos que han cambiado mi forma de entender la vida.

Como la tradición de algunos pueblos, en las que aquellos que son salvados por otro hombre, deben su vida a su salvador, yo les debo la vida a ellos. Les debo amor, protección, seguridad, apoyo, etc, pero sobre todo les debo convertirme en un hombre y padre digno de haber sido salvado por ellos. Y en éste momento no me siento como tal.

En primer lugar, siento que me hallo en mitad de una encrucijada, en la que todos los caminos posibles guardan riesgo, peligro y dolor, pero sólo uno me llevará a donde quiero. En la tesitura de tener que tomar decisiones que a medio plazo den resultados, pero que a corto plazo resultan duras de tomar y llevar a cabo. Y en la necesidad de tener que realizar cambios en mi vida, que me impidan ver a mis hijos tanto como quisiera para poder ofrecerles a ellos y a mí mismo un futuro mejor.

Ahí es donde entra en juego mi nueva alma del guerrero y sobre todo mi espíritu de alquimista.

Por ejemplo (y lamentablemente éste no es chorra) supongamos que para poder mantener a tus hijos y cubrir sus necesidades, debes trabajar lejos de su hogar, y por tanto pasar de verles cada noche a disfrutarlos sólo los fines de semana o 4 días cada quincena. En principio parece lógico elegir ésta opción ya que aparte de consolidar tu vida y la de ellos, es posible que esos días dedicado a ellos sean de calidad superior a varias noches cansado y amargado. Pero no por lógico deja de ser duro, muy duro. Para éste ejemplo como cualquier otro similar, la alquimia emocional juega un papel importantísimo.

Si en lugar, de padecer añoranza, culpa, miedo o dolor desde el momento de la despedida hasta el reencuentro, trasmutamos esos sentimientos negativos en pensamientos de motivación, felicidad, amor y sobre todo conscientes que cada día que pasa te acerca a ellos en lugar de alejarte, el cambio realizado será mucho más fácil de llevar y asimilar. Porque recuerda, era un cambio necesario.

Así que en nosotros reside esa increíble capacidad para gestionar nuestras emociones acorde a nuestra realidad y necesidades para lograr un bien mayor.

Y como ya es costumbre me despido con una cita, en ésta ocasión como la anterior, no es célebre y probablemente nunca lo sea porque es de éste humilde luchador:

"Los pasos más duros son los que te llevarán más alto, los pasos más firmes serán los  que te eviten caer, y todos los pasos recorridos te darán la fuerza para levantarte si tropiezas".

Fabio Alonso.

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