Cada día lo intento,
no sabéis cuanto, intento despertar con las ganas y ánimos suficientes para que
éste sea un día normal. Generalmente a eso de media tarde, supongo que es el
momento álgido en el que la medicación me centra, me planteo una rutina
CONSTRUCTIVA para el día siguiente, algo así como: Despertar, un pensamiento
positivo que oculte los negativos, chándal, música, correr unos pocos
kilómetros, respirar aire puro…. Y así un planning de actividades positivas con
las que empezar un día nuevo.
Pero éste bichito
que descompone e inutiliza mi mente desbarata todo lo planeado, y no es que no
sea capaz de llevar a cabo tal suma de acciones positivas, sino que incluso se
permite negarme de aquellas responsabilidades que no debería desatender, como
son cuidar de mi hijo, besar a mi mujer, decir a mi madre y a mi tía que estoy
mejor y que las quiero, pagar recibos, ir al banco…. Éste bichito me priva de
lo imprenscindible e ineludible y me mantiene postrado en la cama sin poder
hacer nada, y lo que es peor aún, me hace sentir una mierda al no atender mis
responsabilidades ni a aquellos a quienes amo. Así de jodida es la depresión,
te ata y te maldice por ello, aumenta ese malestar diario y te dice que eres un
cabrón egoísta que prefiere dormir a cuidar de los suyos, a trabajar a ser un
humano de pleno derecho. Y ahí, es cuando, como dije anteriormente, tienes la
PRINCIPAL obligación de soltar esa pala que se alimenta de tus errores para
cavar más hondo cada día y aferrarte a lo que sea para salir del pozo.
Y yo, como dije ayer
(parece que hayan pasado días) he decidido aferrarme a la vida, y digan lo que
te digan, y aquí si que me arriesgo por insensato, ni la medicación, ni la
sinceridad e incluso ni el apoyo, nada sirve de nada si no eres tú (o yo en mi
caso) el que decide levantarse, en el sentido literal y metafórico. Ningún arma
es suficiente si no eres TÚ el que opta por empuñarlas con el fin de vencer a
éste perverso mal.
Mi consejo, aunque
jamás sea respaldado por entidad gubernamental alguna es que seas tú quien
decida armarse con las herramientas antes mencionadas y luches.
En mi caso, mi
enfermedad y la medicación me dejan medio tonto, poco más de lo habitual, y me
encierran en una rutina autodestructiva. Dormir, medicarme, comer más bien
poco, seguir durmiendo, desatender a mis seres queridos y a quienes dependen de
mí, etc. Pero ha llegado el momento en que sea YO y solo YO quien cree mi
pequeña rutina de forma activa. No puedo plantearme grandes retos a corto
plazo. NO es tan fácil como decir, “voy a dormir 20 horas a base de sedantes y
despertar como era antes, sin medicación”. No amigo, esto no funciona así,
hablo de pequeños y sólidos cambios en la rutina diaria.
A mi modesto entender,
hay dos tipos de obligaciones, las reales e ineludibles, y las autoimpuestas e
innecesarias.
Las reales e
ineludibles creo que son obvias, si tienes que levantarte para llevar a tu hij@
al colegio y nadie más puede hacerlo…. Has de hacerlo. Pero las que realmente
dañan mi proceso de curación son las autoimpuestas e innecesarias. Que yo deba
responder con un SÍ cada vez que me preguntan si estoy bien, que deba fingir
ser fuerte cuando me siento débil, que deba estar de buen humor cuando deseo
morirme o que deba ir al gimnasio porque dicen me hará bien, son a mi parecer,
obligaciones superfluas y dañinas. De entrada tengo UNA principal obligación,
curarme. Continúo con las simples metáforas, si tu obligación es pelar cada día
cien kilos de patatas y te has roto ambas manos tu primera obligación es sanar
tus manos. Ya habrá tiempo de pelar aquellos miles de kilos de patatas
pendientes. Primero tus manos. Pues esto funciona igual.
Así que vamos a
comenzar por curar las manos del pelador de patatas, es decir, nuestra mente.
Nos guste o no hemos de generar una pequeña y fácil rutina. Nuestro médico,
psicólogo o psiquiatra nos ha puesto una medicación, a unas horas determinadas,
así que lo primero es hacer caso de ello. Toma cada pastilla, a la hora indicada,
te apetezca o no.
Acude a tu médico
cuando te indiquen, te apetezca o no. Ve al psicólogo o al psquiatra (ya dije
anteriormente que es muy necesario y si la seguridad social no es especialmente
rápida en ello, busca uno como sea, privado o gratuito).
Y esto, y es a título
personal ya que hablo de MI enfermedad, márcate unas pequeñas pautas diarias y auméntalas
una vez que las anteriores estén afianzadas y TÚ y sólo TÚ consideres oportunas
(salvo que tú especialista te indique lo contrario). Las pautas que yo he
decidido marcarme en mi cuarto mes de enfermedad son las siguientes:
-
Despierta
cada día con un pensamiento positivo, sé que no resulta fácil, pero haz un
esfuerzo, busca en tu memoria un recuerdo positivo, el que sea, el nacimiento
de un@ hij@, un abrazo de tu madre, tu primer beso, una puesta de sol, un viaje….
Cualquiera, y ahora céntrate en ese recuerdo. Revive esa sensación de calidez,
de protección, de bienestar y deja que recorra todo tu cuerpo, todo tu ser,
célula a célula. Y haz que esa sensación ocupe tu cerebro, se adueñe de él y
aleje esos males con los que despiertas cada día. Sé consciente de que esa
sensación volverá a tu vida y te alejará de aquello que hoy sientes. Y mantenla
en tu cerebro, ubícala entre tus ojos y levántate a sabiendas de que TODO
pasará. Yo me he impuesto una rutina inicial, levántate antes de las doce del
mediodía. Esto sería impensable para mí en el pasado, pero vivimos en el
presente, ahora mi hora son las doce como mucho.
-
Ya estás
en pie!! Enhorabuena de corazón. Has de mantenerte en pie. Ve a desayunar,
probablemente y como es mi caso, te hayan prescrito algo de medicación por la
mañana, desayuna, lo que puedas pero desayuna. Yo amanezco con nausea y
temblores, pero hay que desayunar, oblígate a comer algo antes de tomar tu
medicación. Sólo has dado dos pasos, pero son MUY importantes.
-
Ahora es
TÚ momento, la hora de introducir nuevos y pequeños cambios. Primero pregúntate…¿qué
debo hacer? Y recuerda lo que realmente son obligaciones, si no puedes atender
a aquellas obligaciones reales que deberías, habla y delega. No puedes llevar
al niñ@ al cole? Habla con tu pareja o un familiar y que lo hagan ellos,
estarán encantados. Ahora piensa en ti, sé egoísta. ¿Qué te vendría bien
introducir a esta nueva rutina? ¿qué te
parece compartir tu lucha con quienes te rodean?. Pues hazlo, es fácil, rápido
y aséptico, dile a quienes te quieren, que les quieres, que agradeces su apoyo
o sencillamente… te quiero, gracias por estar ahí. Y así todos los días.